Leyendas
1. MONICA LA CONDENADA:
Se cuenta que Mónica era una bella muchacha cuya tormentosa y
apasionada relación la llevo a encontrar la muerte, actualmente se rumora que
aquella joven de rostro fino, piel blanca y hermosa silueta sale a merodear la
ciudad de Arequipa en las noches, buscando hombres jóvenes y bellos para
llevarlos con ella al otro mundo. Con el tiempo esta increíble historia ha sido
calificada como un mito, del cual se han desprendido distintas versiones, la
más conocida por todos es la historia del joven motociclista Bernardo.
Bernardo, después de terminar su turno normal en el trabajo salió con su
motocicleta por las oscuras calles arequipeñas a altas horas de la noche,
topándose por casualidad con una joven muchacha de apariencia dulce y
angelical. Luego de recogerla y prestarle su chaqueta de cuero se dispuso a
dejarla en su casa. La joven le agradeció y dijo que llamara a su puerta a la
mañana siguiente para recoger su prenda, y así lo hizo, pero se quedó perplejo
al ver al padre de la joven, quien le dijo que su hija Mónica había fallecido
hace ya 3 años. Bernardo trato de calmarse, pero la ansiedad se apodero de él,
y se dispuso a pasar por el cementerio a ver si efectivamente la historia que
le contaban era real, se asustó mucho al ver su casaca sobre una lápida en la
cual estaba escrito el nombre "Mónica". Luego de desmayarse y pasar
largas semanas en el hospital Bernardo cometió suicidio para estar con ella
para siempre...
Un pequeño volcancito, remedo del
Misti, el cual había sido encadenado, para que no pudiera crecer y hacer
daño. Por supuesto años más tarde -ya adulto-, pensé que esta historia era sólo
parte de las leyendas de la ciudad; no obstante, y al parecer todo esto,
tenía mucho de cierto, pues según se desprende de un artículo periodístico del
diario El Pueblo (1997), se refiere la historia de un tal padre Sanhueza, de
quien la tradición dice que hizo también una ascensión al Misti, y enderezó la
cruz que encontró caída. Se cuenta que por temor a que el hijo fuera, en unos
años, peor que el padre, los arequipeños le pidieron al personaje mencionado,
que hiciera algo por detener el crecimiento del pequeño volcán. Nadie lo
creería; pero así lo hizo el sacerdote, quien mandó a construir unos enormes
"zunchos" de fierro y con ellos ciñó y apretó al enano volcán, de tal
suerte que ya no pudo crecer y se quedó sin fuerza para erupciones. Dicen que
así permanece hasta hoy y que, si alguien lo duda, haga un viaje de doce leguas
al lugar, y lo encontrará más aprisionado que bebé de madre india.
Una leyenda nos cuenta sobre una
muchacha condenada, que después de tres días de haber sido sepultada en el
cementerio, inició su espantosa labor de mostrar, de vez en vez, una de sus
pálidas manos por sobre la tierra; como si quisiera agarrar o asirse de algo o
de alguien. Fue en este afán que el sepulturero del lugar se percató, no sin
llevarse menudo susto primero, del inusual acontecimiento, y fue a dar aviso al
cura del pueblo, para que éste pusiera fin o santo remedio a tal género de
situaciones de ultratumba. Cuando el curita, al ir al cementerio, confirmó el
suceso, sin quererlo fue víctima de la mano que cogió fuertemente uno de sus
pies; lo que lo llevó, desesperadamente, a defenderse de los terribles jalones
y arañazos de la condenada; esto gracias a la ayuda de un látigo que había tenido
a bien llevar. Una vez resuelto el impasse, no tuvo mejor idea que acercarse a
la casa de la madre de la muchacha, y preguntarle cómo había sido la susodicha
en vida. Al saber el cura sobre los acostumbrados maltratos que durante
dieciocho años tuvo por costumbre recibir la madre, resolvió con el
consiguiente permiso de los familiares desenterrar el cuerpo de la condenada
-esto con ayuda del sepulturero-, y volverlo a meter en la fosa; pero esta vez
boca abajo, para que molestara sólo a las almas del infierno.
¿Alguna vez
oyó referir sobre la sirena del puente Bolognesi? Nuestra ciudad tampoco queda
al margen de las leyendas griegas. Cuentan los antiguos que cuando era estación
de avecinarse las lluvias y al despuntar la medianoche, hacía su aparición una
bella mujer con cola de pez, encima de la enorme piedra que está al pie del
puente Bolognesi, en pleno lecho del río. Cuenta Eloy Obando, vecino que
habita dichos lugares desde hace 75 años, que la tradición oral que le
trasmitieron, refería a una sirena que esperaba a su amado ya entrada la
medianoche. El lugar, que en esos tiempos estaba sin lo que es ahora la avenida
La Marina, tenía un acceso consistente en una escalerilla que rodeaba la
acequia, curso de agua que recorría la ciudad al margen izquierdo del río
Chili. A una hora precisa, hacía su aparición, simultáneamente, la sirena en el
río y un hombre desnudo en el callejón Ibáñez, arrastrando unas cadenas y
subiendo un poste -que imaginamos era para divisar a su amada- luego, bajaba
hasta la casa que colinda con el río, para perderse en medio de la noche y
encontrarse finalmente con la ninfa de las aguas que lo esperaba en medio de
cánticos y tenues luces que se daban paso en tan descomunal piedra. Antes de
que aclarase el día, cuentan otros vecinos, la piedra se convertía en una
morada llena de bonitas muchachas que salían en espera de algún inocente hombre
para llevarlo a sus dominios. Así mismo, se dice que dichas sirenas eran las
causantes de que muchas personas se arrojaran desde lo alto del puente contra
el lecho del río.
Una leyenda
muy antigua cuenta sobre un oscuro personaje que se dedicaba a robar y asaltar
a los parroquianos de Cayma. Un día, con tal de conseguir sus deshonestos
propósitos, llegó al asesinato de una muchacha, y mientras iba huyendo, en una
vieja carreta en donde había escondido todo lo conseguido fruto de sus
fechorías, tomó el camino con destino a lo que hoy es el puente Juan Pablo II,
antes conocido como Puente del Diablo, donde se dice no existía tal depresión
de terreno, y mientras iba consumando su evasión, maldiciendo a sus
perseguidores y burlándose de Dios mismo; de pronto ¡el mundo se vino abajo!,
se abrió la tierra y se tragó al desdichado junto con la carreta y los caballos
que lo guiaban; inmediatamente se cerró el lugar y sólo quedó una pequeña
depresión o "lloclla" que es la que hasta hoy subsiste. Algún testigo
que desde lejos observó el incidente, sólo atinó a expresar del criminal:
¡Pobre diablo!
Fuente:
Arequipaperuorg. (2017). Arequipaperuorg. Retrieved 23 August, 2017, from http://arequipaleyendasurbcm.blogspot.com/





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